A mi madre le habían diagnosticado cáncer cuando yo tenía dos años. Aunque ya llevaba varios años en remisión, toda mi vida me habían advertido que era mejor que me portara bien porque mi madre había estado muy enferma y podía volver a enfermarse. Por supuesto, cuando era niña, esto me hizo sentir que, si mi mala conducta podía volver a enfermar a mi madre, debía haber sido mi comportamiento lo que la había enfermado en primer lugar.
Por eso, nunca me sentí libre de acudir a mi madre en busca de consuelo o apoyo emocional. Y aunque mi padre me adoraba, siempre sentí que tenía que ganarme su amor a través de los logros… Y él se negó a darme apoyo emocional porque pensaba que al hacerlo me debilitaría.
Joan y su pareja George en una de sus visitas en la Riviera Maya: renovación de votos con Mari.
Entonces aprendí a ser dura, independiente y a cuidarme. Aprendí a reprimir mis emociones y nunca jamás pedir ayuda. Nunca me permití sentirme vulnerable y consideré mis emociones como debilidad. Cada vez que sentía dolor físico, emocional o espiritual, simplemente me endurecía aún más.
Incluso cuando aprendí a conectarme con mi lado emocional, a despertar a la diosa interior, fue mi lado de Diosa Guerrera el que abracé. Pude sentirme orgullosa, confiada, asertiva y poderosa. Pero todavía no desarrollé el lado que solo quería que me tranquilizaran y me. Nunca permití el lado mío que quería fuera amada sin tener que ganármelo a través del desempeño. Amor incondicional: ¿qué es eso?
Arriba: Joan & George después de una clase de danza prehispánica con Luz & Roberto.
Abajo: con Sara después de una ceremonia de cacao.
Luego participé en varias ceremonias con Sara, Mary y otras chamanas y celebrantes de Spirituality Riviera Maya. Los altares siempre estaban bellamente arreglados con flores y frutas. Me senté en un temazcal escuchando cantos: “Madre te siento bajo mis pies, madre siento los latidos de tu corazón”. Participé en ceremonias del cacao en las que me cubrían los ojos con una venda para que mis otros sentidos pudieran manifestarse. Me senté allí escuchando la hermosa música prehispánica, olí los aromas Participar en estos antiguos rituales mayas me permitió trascender el mundo mundano y experimentar, aunque sea brevemente, el mágico mundo místico de los mayas. Todos los celebrantes exhibieron tal amor y aprecio por la Madre Naturaleza. Realmente pude experimentar lo que significa caminar en la belleza.
Quizás aún más importante, pude experimentar el amor y el poder del lado materno del Divino Femenino: el lado tierno, protector, compasivo y tolerante. Me di cuenta de que debido a que mi madre había estado enferma durante toda mi vida, asociaba el lado reconfortante y protector de lo femenino a la debilidad. No quería parecerme en nada a mi madre. Después de todo, mira lo que le pasó. Entonces, aleje’ este lado de mí, de mi conciencia. Podía sentir una sensación de amor incondicional que no requiere logros. Todo lo que pude, por el momento, fue dejar de lado mi necesidad de ser productiva y permitirme abrirme al poder sanador y reconfortante del Divino Femenino.
- Joan
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